"Mi cabeza solo puede pensar en una sola cosa: comida"

Trastornos de la conducta alimentaria
Crónica


Bulimia nerviosa

Audio Mg. Daniel Romero, Psicólogo, Bienestar Universitario, Universidad Mariana


Esta es mi historia...

Se acerca la hora trágica, una hora de destrucción. Tan arrasadora como un tsunami que se lleva todo lo que esté en su paso tangible e intangible. Son las 4:50 de la tarde y mis manos empiezan a sudar, mi cuerpo se estremece y mi cabeza solo puede pensar en una sola cosa: comida. No es nada fácil ni cómodo representar la realidad interna de una persona ya que vivimos ocultos y llenos de máscaras para no romper con los estereotipos y la moralidad de la sociedad, o pues ese es mi caso.

Todo inicia en 1997, soy hija de un amor adolescente lleno de diferencias que no solo radican en estatus social sino en modelo de crianza. Mi madre solo tenía 18 años al igual que mi padre, y para evitar una separación forzada por mis abuelos decidieron tener un bebé. Nací un 20 de abril con 3500 gramos, una bolita blanca parecida a un masmelo, pero cuando eres un bebé eso no parece importar, por el contrario, eres símbolo de ternura y amor, y es que al tener mis padres tan jóvenes, me crié hasta mis 7 años con mis abuelos maternos. Por ahí dicen que los padres educan y los abuelos malcrían y tienen razón. Crecí siendo demasiado consentida y mimada cosa que me identifica siempre y que los psicólogos han tratado de corregir como “solución” a mis trastornos.

A medida que iba creciendo mi peso igual, y es que el sobre peso y la obesidad no son caprichos, son enfermedades que se relacionan con las conductas alimentarias que afectan negativamente la salud, las emociones y la capacidad de desempeñarte en áreas importantes de la vida. Los trastornos alimenticios debilitan el cuerpo y traen consigo varias enfermedades crónicas y progresivas, y a pesar de que se manifiestan a través de la conducta alimentaria, en realidad consisten en una complejidad de síntomas entre los que prevalece una alteración o distorsión de la auto-imagen corporal, un gran temor a subir de peso y otros problemas relacionados con la aceptación por parte de otras personas.

A mí se me generaron dos enfermedades graves: La primera, una adicción denominada: trastorno alimentario compulsivo. Una adicción que no es tan fácil de controlar porque la sociedad no la toma como tal y piensa que la persona tiene la capacidad de dejar de comer, a lo que denominan “fuerza de voluntad”, pero no es así. Su tratamiento conlleva todo un proceso físico, mental y espiritual que para las personas que la padecen es de gran dificultad.

Todos se sorprenden al enterarse de esta adicción ya que es común oír sobre el alcoholismo o la drogadicción pero si es una persona que no tiene el control por la comida, al ser esta necesaria para vivir, piensan que simplemente es dejar de comer chatarra, grasas o harinas. Grave error. Por esto, al ser las 5 de la tarde, como si mi cuerpo lo supiera, se genera todo el caos y es el momento del “atracón”, donde ingieres en no más de 60 minutos, alrededor de 4500 calorías. Esto ocurre diariamente porque se lleva una dieta muy baja en calorías y además, en mi caso, bastante vomito. A veces también ocurre por un ataque de ansiedad o simplemente porque “había mucha comida rica y tenía que comer” como lo afirmó una de mis amigas que no sufre de sobre peso. Es que el “atracón” está presente en una de cada tres personas, es decir, que la mayoría lo padece pero no con tanta frecuencia y sin generar una consecuencia más grave. Por ello, es una enfermedad que pasa inadvertida constantemente.

Después de haber ingerido toda esa comida empieza una lucha mental, en la cual se empieza a pensar en todo lo que se ingirió, generando aún más ansiedad y angustia, lo que me lleva a correr tras la pesa y ver las consecuencias de mi “atracón”. Tengo una obsesión con la pesa y mi peso, es por esto que lo hago todos los días a las 7 de la noche. Subo un pie con mucho temblor y pongo el otro tan lento como si ese tiempo me quitara un poco de peso. Mi psicólogo afirma que son vacíos emocionales por problemas familiares y por la falta de autoestima (amor propio) esto lo trato desde los 7 años pero a mis 22 sigue estando presente lo que me llevó a concluir que no solamente era un problema emocional o mental sino también físico.

Los psicólogos y nutricionistas que son los que usualmente tratan a pacientes con trastornos alimenticios no me dan solución radical para esta enfermedad ya que científicamente no existe. Perdoné, olvidé, sané todo con respecto a mi pasado. Tengo una dieta balanceada la cual es perfectamente cumplida hasta las 4:59 de la tarde pero luego de esto, el impulso insaciable por comida ataca hasta a las 7 de la noche donde mi estómago parece un agujero negro que desaparece todo lo que succiona y es ahí donde llega mi segunda enfermedad o consecuencia como lo determinan los médicos.

Son las 7 de la noche y mi mente despierta de un estado de shock. Miro a mi alrededor envolturas, envases, platos y sobras de comida que producen un estado de sobredosis de caos y vida en mi cabeza. Lo que me lleva inmediatamente a vomitar todo, un descanso no solo para la presión de mi estómago sino de mi conciencia. Esta enfermedad se generó hace 8 años cuando tenía 14 y alcancé mi peso máximo de obesidad mórbida que eran 112 kilogramos. Esta siempre sucede tras los dos eventos anteriormente mencionados, es decir, tras el “atracón” y la pesa. Esta enfermedad se llama bulimia y consiste en vomitar todo lo que consumes. Al principio lo haces de vez en cuando porque te sentías muy llena, pero después lo necesitas para estar en paz, así que lo haces todo el tiempo. Hoy tenía un nivel muy alto de estrés y tristeza lo que me llevó a comer unos deliciosos, esponjosos y calientes pastelitos recién horneados de 2500 calorías, que al pensarlo a los 7:20 de la noche, generó unos 10 minutos de encierro en el baño.

Todo esto son consecuencias de la bulimia, así lo afirma el psicólogo Daniel Romero (Bienestar Universitario):

Pero esto no solo sucede en las personas gorditas, además de varias amigas, uno de mis primos con un hermoso cuerpo delgado y tonificado me confesó que también sufría de ese trastorno compulsivo por la comida y que para mantener su forma vomitaba o corría al gimnasio donde se encerraba por 5 horas hasta terminar en el suelo. No fue hasta entonces que caí en cuenta que no era la única sufriendo esto y que detrás de muchas personas, ya sean gordas o delgadas, existe una historia sin contar, un relato lleno de sentimientos y emociones que esperan salir y ser escuchados pero son reprimidos por guardar una buena imagen.

Testimonio (primo)

Testimonio (primo)

Finalmente, este proceso acaba en un lugar que para mí es muy chocante: El espejo. Siendo aproximadamente las 7:50 de la noche, después de varios minutos agachada en el inodoro, alzo mi cabeza y siempre hay un espejo. Un reflejo que proyecta la peor versión de mí. Cuando termino y me levanto temblando, pálida y con mis ojos llorosos, me miro al espejo. Mis ojos se entrecierran, mi boca se cierra con tanta fuerza que se enrojece, todo esto por el odio, rabia y tristeza que me produce estar frente al espejo. Sé que todos tenemos inseguridades acerca de nuestro cuerpo o mente pero para mí es una tortura.

Gracias a Dios las tormentas no son para siempre y aunque sigo luchando con estas enfermedades ahora tengo un motor que no me deja flaquear: mi hijo. Así que después de todo ese proceso de destrucción, cuando al mirarme al espejo veo aun las consecuencias de esta última enfermedad me desplomo a tal punto de llorar sin consuelo. Son las 7:58 de la noche y mi bebé golpea la puerta con gran preocupación. Me seco mis lágrimas, respiro profundo y abro lentamente la puerta con una sonrisa de oreja a oreja, abrazo a mi bebé con tanta fuerza como si fuera mi salvavidas y aunque él me ve fija y profundamente a los ojos no puede notar la historia que llevo detrás. Así, juntos nos vamos a dormir como si no hubiera pasado nada, finalizando el día a las 8:00 de la noche y dando cierre a ese tsunami devastador de 3 horas.

No sé si lo que necesito son más terapias psicológicas o medicamentos o dietas balanceadas, pero cada día me levanto con la actitud y la disposición de cambiar esa situación, teniendo en cuenta que no estoy sola y que puedo ayudar a otros. Ese es el primer y más importante paso para que esas horas de destrucción disminuyan hasta desaparecer y que esa triste y oscura historia ya no me acose más.